Thursday, August 15, 2024

El Clima, la Contaminación atmosférica, el Cambio Climático, y el Medio Ambiente

El Clima, la Contaminación atmosférica, el Cambio Climático, el Medio Ambiente


El Clima y el Medio Ambiente 

El Clima,  la Contaminación atmosférica,  el  Cambio Climático y el Medio Ambiente 

El clima siempre ha estado cambiando, sin embargo, en la historia de la civilización humana, los cambios actuales que estamos experimentando son particularmente alarmantes. Principalmente, porque el clima nunca ha cambiado tan rápidamente. A continuación presentamos una cronología de los acontecimientos que ponen de relieve los principales cambios climáticos y las acciones resultantes que se han emprendido.

No hace mucho, en el que el cambio climático no significaba demasiado para países, empresas, organizaciones o individuos por igual. Hoy en día, sin embargo, parece estar bastante claro que este fenómeno ha acontecido desde mucho antes de que el término comenzara a popularizarse. La mayor consecuencia de este conocimiento o conciencia tardía es la falta de medidas preventivas, ya que todas parecen llegar siempre algo tarde.

El mundo tal como se presenta hoy parece indicar planes de acción y acuerdos basados en el ‘’muy poco y muy tarde’’ que nunca parecen culminar u ofrecer soluciones reales. Aunque es cierto que la cooperación internacional es compleja, la mayor parte de la involucración necesaria ha podido ser ralentizada debido a la falta de entendimiento del tema, no solo por parte de países y territorios, sino de todos los actores sociales con un impacto en el mundo y en el planeta, pero, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

A continuación hemos decidido analizar, evaluar e intentar entender cómo la acción ambiental, la cooperación y las leyes en este respecto han evolucionado en los últimos años, culminando en una agenda internacional marcada por los efectos irreversibles del cambio climático y la tan urgente necesidad de cambiar hacia el desarrollo sostenible.

Cronología del desarrollo histórico ambiental

Podemos destacar tres eras o etapas dentro del desarrollo histórico ambiental internacional, marcadas por dos eventos en el camino hacia un futuro sostenible. Por un lado, contamos con la etapa tradicional, anterior a la Convención de 1972 en Estocolmo, seguido de la etapa moderna; y finalmente, tras la Declaración de Río de 1992, la etapa postmoderna.

 En la Gestión de los Recursos

En primer lugar, para poder entender qué ha ocurrido durante la etapa tradicional, debemos tener en cuenta como este periodo fue fuertemente marcado e influenciado por eventos anteriores y posteriores a 1945. Además, esta etapa está especialmente caracterizada por la gestión de recursos y la necesidad de preservar recursos naturales por cuestiones de desarrollo económico y social.

Nos encontramos en un contexto en el que las preocupaciones ambientales son bastante nuevas para la agenda internacional, de hecho, son prácticamente inexistentes hasta la aparición de las Naciones Unidas. En este contexto, durante al menos 25 años, las acciones relativas al clima eran muy limitadas y el enfoque ambiental estaba caracterizado por adecuar los recursos naturales necesarios al desarrollo económico y social, pero aún no prestaban atención a la conservación.

1824 – Joseph Fourier, matemático y físico francés, bautizó el «efecto invernadero» natural de la Tierra por su similitud con el modo en que un invernadero retiene el calor absorbiendo radiación infrarroja y emitiendo parte de ella de vuelta al invernadero para mantener la temperatura.

1896 – Svante Arrhenius, científico sueco, identifica que la combustión de carbón en la era industrial potenciará el efecto invernadero natural. Llegó a la conclusión de que tales acontecimientos podrían duplicar el CO₂ atmosférico y provocar un aumento de la temperatura.

Década de 1900

1938 – Guy Callendar identificó el «efecto Callendar» y demostró que las temperaturas habían aumentado durante el siglo anterior utilizando los registros de 147 estaciones meteorológicas de todo el mundo. Relaciona el aumento de las concentraciones de CO₂ con el mayor calentamiento experimentado.

1955 – Gilbert Plass, físico canadiense, determina que duplicar las concentraciones de CO₂ aumentaría las temperaturas entre 3 y 4 grados centígrados, analizando la absorción de infrarrojos de varios gases.

1958 – David Keeling, científico estadounidense, comienza a registrar datos sobre el CO2 en la atmósfera en Mauna Loa. En cuatro años de seguimiento, el proyecto aportó la primera prueba irrefutable de que las concentraciones de CO₂ están aumentando.

1972 – Primera conferencia de la ONU sobre medio ambiente, en Estocolmo, donde se crea el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Sin embargo, la atención se centró en cuestiones como la contaminación química, las pruebas con bombas atómicas y la caza de ballenas, más que en el cambio climático.

1987 – Se acuerda el Protocolo de Montreal, que restringe las sustancias químicas que dañan la capa de ozono. Aunque no se estableció pensando en el cambio climático, su impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero ha sido mayor que el del futuro Protocolo de Kioto.

1988 – Se crea el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), dependiente del PNUMA, para recopilar y evaluar datos sobre el cambio climático.

1989 – La Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, advierte en un discurso ante la ONU que el dióxido de carbono en la atmósfera está aumentando a un ritmo alarmante y puede provocar graves cambios en el futuro.

1990 – Primer Informe de Evaluación elaborado por el IPCC. La conclusión es que la temperatura mundial ha aumentado entre 0,3 y 0,6 °C en el último siglo y que las emisiones humanas se suman al complemento natural de gases de efecto invernadero de la atmósfera, lo que previsiblemente provocará un calentamiento.

1992 – Se celebra en Río de Janeiro la Cumbre de la Tierra, en la que los gobiernos acuerdan la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Su objetivo clave es «la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático». En la Cumbre, los países desarrollados acordaron volver a situar sus emisiones en los niveles de 1990.

El cambio climático está afectando a procesos esenciales de muchos organismos, como el crecimiento, la reproducción y la supervivencia de las primeras fases vitales, pudiendo llegar a comprometer la viabilidad de algunas poblaciones. Por ejemplo, especies como el oso pardo o el alcornoque están en peligro de extinguirse en nuestro país.

También altera el funcionamiento de los ecosistemas, como muchos humedales, que están en riesgo de desaparecer. Por otra parte, nos encontramos con una proliferación de especies invasoras, como medusas o mosquitos tigre, en detrimento de otras autóctonas, como los caracoles marinos. Las aves, además, están cambiando sus patrones migratorios, y se quedan en latitudes más cálidas. En nuestros mares se observa una disminución de especies de algas, como las algas rojas en el Cantábrico. Los arrecifes de coral Mediterráneo están gravemente afectados. Además, el aumento de la temperatura del agua provocado por el cambio climático ha disparado las tasas de mortalidad de la posidonia.

El cambio climático está transformando el régimen de incendios, provocando fenómenos más intensos, como se vio en 2022, y una deforestación mayor por la disminución de la capacidad de recuperación de los bosques mediterráneos.

El aumento de la temperatura media y la disminución de las precipitaciones están creando el caldo de cultivo ideal para los incendios, especialmente en las zonas de alta montaña. Además, cada vez superan con mayor frecuencia las 500 hectáreas (los denominados ‘Grandes Incendios Forestales‘) y son más virulentos y difíciles de combatir.

2022 fue el peor año en cuanto a incendios y superficie quemada, superando a 2012. Ardieron unas 270.000 hectáreas y se contabilizaron 56 Grandes Incendios Forestales, algunos de los cuáles de dimensiones históricas como los de la Sierra de la Culebra.

En nuestro país se han perdido ya más del 80% de los glaciares pirenaicos y para 2050 podrían desaparecer irreversiblemente. Monte Perdido ha decrecido de media 5 metros de grosor en las últimas décadas, aunque hay puntos en los que son hasta 14 metros menos. En general retrocede un metro al año, pero el proceso se acelera cada vez más, y “en 2022 es probable que se hayan perdido dos metros”, estima el geógrafo del CSIC Nacho López-Moreno.

De los 52 glaciares que había en 1850 han desaparecido ya 33, la mayoría de ellos después de 1980. Las 3.300 hectáreas de lenguas de hielo que existían a principios del siglo XX en el Pirineo se han reducido a 390.

Los efectos que los científicos habían predicho durante mucho tiempo como resultado del cambio climático global ahora están ocurriendo, como la pérdida de hielo marino, el aumento acelerado del nivel del mar y olas de calor más largas e intensas.

Algunos cambios (como sequías, incendios forestales y lluvias extremas) están ocurriendo más rápido de lo que los científicos evaluaron previamente. De hecho, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el organismo de las Naciones Unidas establecido para evaluar la ciencia relacionada con el cambio climático, los seres humanos modernos nunca antes habían visto los cambios observados en nuestro clima global, y algunos de estos cambios son irreversibles en los próximos cientos o miles de años.

Los científicos confían mucho en que las temperaturas globales seguirán aumentando durante muchas décadas, principalmente debido a los gases de efecto invernadero producidos por las actividades humanas.

El sexto informe de evaluación del IPCC, publicado en 2021, encontró que las emisiones humanas de gases que atrapan el calor ya han calentado el clima en casi 2 grados Fahrenheit (1,1 grados Celsius) desde la época preindustrial (a partir de 1750).1 Se espera que la temperatura media mundial alcance o supere los 1,5 grados C (alrededor de 3 grados F) en las próximas décadas. Estos cambios afectarán a todas las regiones de la Tierra.

La gravedad de los efectos causados ​​por el cambio climático dependerá de la trayectoria de las futuras actividades humanas. Más emisiones de gases de efecto invernadero conducirán a más extremos climáticos y efectos dañinos generalizados en todo el planeta. Sin embargo, esos efectos futuros dependen de la cantidad total de dióxido de carbono que emitimos. Entonces, si podemos reducir las emisiones, podemos evitar algunos de los peores efectos.

El impacto ambiental del cambio climático aumenta la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías e inundaciones, así como la degradación de hábitats y extinción de especies. Se espera que este impacto se agrave más si cabe.

En Europa, los mayores aumentos de temperatura se observan en las regiones meridional y ártica. Las precipitaciones disminuyen en el sur de Europa y aumentan en el norte y noroeste. Son cambios que afectan a los ecosistemas naturales, la salud humana y los recursos hídricos. En los sectores económicos como la silvicultura, la agricultura, el turismo y la construcción, donde las consecuencias serán negativas en su mayor parte.

A nivel medioambiental, el cambio climático provoca un impacto repentino en forma de desastres naturales, tales como inundaciones o terremotos, pero a su vez también provoca un impacto lento, en forma de sequías o en un aumento del nivel de los océanos, lo que causa desplazamientos humanos.

Aumento del nivel del mar: cuando la temperatura de la superficie terrestre se calienta, se produce la fusión del hielo de los glaciares, del hielo marino, así como de la plataforma de hielo polar. Cuando esto sucede, aumenta la cantidad de agua que desemboca en los océanos de todo el mundo y conduce a que crezcan los niveles del mar drásticamente, poniendo en peligro numerosas ciudades que se sitúan bajo el nivel del mar.

Olas de calor: las olas de calor se han vuelto cada vez más comunes, y la tazón es que los gases de efecto invernadero que están atrapados dentro en la atmósfera. Los estudios indican que estas olas de calor seguirán aumentando en los próximos años. Esto dará lugar a un aumento de enfermedades relacionadas con el calor y también desencadenar innumerables incendios.

Tormentas: cuando la temperatura de los océanos se vuelve más cálida, las tormentas son más intensas. El calentamiento global hará que las tormentas puedan llegar a ser extremadamente graves. El agua caliente del océano alimentará la intensidad de las tormentas y dan como resultado un mayor número de huracanes. Efectos como estos se están sintiendo ya hoy.

Sequía: las sequías se encuentran en el polo opuesto de este espectro y podemos ver que ya están causando estragos en varias partes de nuestro planeta. El planeta se está calentando y, a su vez disminuye el agua dulce, lo que lleva a malas condiciones en la agricultura. Esto conlleva la pérdida de cosechas y a incertidumbre respecto a la seguridad alimentaria.

Especies de extinción: la desertificación, el aumento de las temperaturas de los océanos así como la deforestación está contribuyendo a los cambios desastrosos e irreversibles que se están produciendo en el hábitat y amenaza con poner en peligro a varias especies, que pronto podrían extinguirse. Una característica crucial para la supervivencia humana es la biodiversidad, y la pérdida de flora y fauna a causa de la extinción en masa que amenazan a nuestro planeta, nos pone en peligro.

Enfermedades: cuando hay un cambio en el hábitat, las temperaturas más cálidas, inundaciones y sequías, crean condiciones adecuadas para que las ratas, mosquitos, así como otras plagas que son portadores de enfermedades, se desarrollen. Enfermedades como el cólera, virus del Nilo Occidental, la enfermedad de Lyme o la fiebre del dengue son cada vez mayores.

Inestabilidad económica: la economía de un país está directamente relacionada con las consecuencias del cambio climático. Los desastres naturales como inundaciones o huracanes son costosos. La crisis mundial está dando lugar a tensiones económicas por controlar las materias primas que cada vez cuestan más.

Destrucción de ecosistemas: el aumento de los gases de efecto invernadero no sólo está provocando cambios drásticos en la atmósfera, sino que también afecta al suministro de agua, el aire limpio y a la agricultura, así como a los recursos energéticos. Las plantas y los animales mueren o se trasladan a otros hábitats cuando los ecosistemas de los que dependen para sobrevivir se ven amenazados por el calentamiento de la temperatura del mar, como es el caso de los arrecifes de coral.

Los pueblos indígenas son los más vulnerables al cambio climático. En América Latina el clima global está cambiando y sus efectos son visibles. El nivel del mar, aumenta, las sequías amenazan a la producción alimentaria en Centroamérica y el Caribe, mientras en el Sur las intensas lluvias repentinas provocan fuertes inundaciones. Si sigue aumentando la temperatura promedio global, la región será una de las más afectadas en el mundo y en pocos años. En Perú, por ejemplo, en los últimos años han ocurrido grandes inundaciones que arrasaron los cultivos de los pueblos indígenas de las Amazonas: ellos son de los primeros que tienen que afrontar las consecuencias directas del cambio climático por su estrecha relación con el medio ambiente y de sus recursos.

En los primeros 3 meses de 2014, cerca de un millón y medio de personas en América Latina sufrieron las consecuencias de eventos climáticos extremos, principalmente inundaciones, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCAH).

Sin embargo, no solo son las inundaciones, sino que también la escasez de agua también está golpeando a América Latina. Llena de tierras cultivables, la región podría tener un rol clave en asegurar la alimentación de millones de personas.  En el Amazonas, el cambio climático tiene consecuencias como la deforestación y la fragmentación de los bosques y, por tanto, un aumento del carbono liberado en la atmósfera. Las sequías de 2005 produjeron incendios en la región oriental del Amazonas. Por lo que, es probable que este fenómeno ocurra nuevamente a medida que la selva tropical se vaya transformando en sabana, lo que acarreará enormes consecuencias para los medios de vida de los pueblos indígenas de la región.

Por su parte, los pueblos indígenas de la región ártica dependen de la caza de osos polares, morsas, focas y caribúes, el arreo de renos, la pesca y la recolección no sólo para procurarse los alimentos para mantener la economía local, sino también como base de su identidad cultural y social. Entre las cuestiones que preocupan a los pueblos indígenas de esa región figuran la alteración de las especies y los cambios en la disponibilidad de fuentes de alimentos tradicionales, las mayores dificultades para hacer pronósticos del tiempo y los riesgos que conlleva viajar en condiciones climáticas cambiantes, lo que causas graves problemas para la salud humana y la seguridad alimentaria.

En Finlandia, Noruega y Suecia, las lluvias y el clima templado en invierno suelen dificultar el acceso de los renos al liquen, su principal fuente de alimento. Esto ha provocado una pérdida masiva de renos, animales fundamentales para la cultura, la subsistencia y la economía de las comunidades saami. Como consecuencia de ello, los arreadores de renos deben alimentar a los animales con forraje, lo que resulta caro y no es económicamente viable a largo plazo. En la cuenca del Kalahari en África, el aumento de las temperaturas, la expansión de las dunas, el aumento de la velocidad de los vientos y la pérdida de vegetación repercuten negativamente en las práctica tradicionales de crianza de ganado vacuno y caprino, obligándolos actualmente a vivir cerca de pozos perforados por el gobierno para tener acceso a agua y a depender de la ayuda oficial para su supervivencia.

Los ecosistemas cambian por el cambio climático. Los pueblos situados en las zonas de los Andes, los bosques tropicales, las sabanas o las regiones circumpolares, dependen de los recursos naturales para subsistir, recursos cada vez más amenazados.

La mayoría de pueblos indígenas de América Latina se basa en una economía de subsistencia (propio cultivo de hortalizas y cereales, la caza y la pesca) y dependen en gran medida de las condiciones naturales. A la vez, su acceso a información, infraestructura y tecnología sigue siendo menor que en otros grupos poblacionales. Así, los pueblos indígenas de América Latina formarán parte de los grupos poblacionales más afectados por los cambios climáticos ya ocurridos o previsibles.

Los cambios en la época y la cantidad de lluvias en la región amazónica, el deshielo de los glaciares andinos y la resultante escasez de agua, el aumento de los huracanes en América Central son, en su conjunto, indicios de cambios climáticos que se reflejan directamente en la seguridad alimentaria y en las condiciones de vida de los pueblos indígenas. Por lo tanto, los cambios climáticos conllevarán forzosamente una modificación en las costumbres de vida y de alimentación de los pueblos indígenas.

Las consecuencias de los cambios en los ecosistemas tienen implicaciones en la manera en que dichos pueblos los gestionan y protegen, ya que deben sustituir sus formas de vida tradicionales por una gestión más occidental, provocando así una amenaza por la conservación del conocimiento local y de sus modos de subsistencia.

Para muchos pueblos es vital que la relación entre naturaleza, espíritus y seres humanos se encuentre en equilibrio. Se teme que los efectos del cambio climático erosionen las estructuras tradicionales de dichos pueblos.

No obstante, sorprende ver que este impacto del cambio climático en estas comunidades no es considerado a nivel gubernamental: no se tienen en cuenta sus derechos como seres humanos ni tampoco ese necesario conocimiento local que se debe preservar, ya que es en estas prácticas tradicionales donde podemos encontrar las soluciones para luchar contra el cambio climático.

Infoindígena, como entidad que promueve la reflexión acerca de los derechos de los pueblos indígenas evidencia:

1. Daños que afectan negativamente sus vidas en sus territorios, como por ejemplo, la pérdida de biodiversidad o la escasez de agua.

2. Desplazamiento forzado de sus tierras hacia otras regiones del mismo país, debido a que ya no pueden seguir viviendo en su territorio. Además de la pérdida física de la tierra, ello también puede implicar que pierdan su inalienable derecho a la propia tierra.

3. Desplazamiento forzado de sus tierras y huida a otro país. Se teme que, en este caso, pierdan todos sus derechos como pueblos indígenas, en virtud de que, según el Convenio 169 de la OIT, ya no serían indígenas, sino una minoría étnica en un país extranjero. Así pues nos preguntamos, ¿podrían seguir ejerciendo sus derechos reconocidos en su país natal?; ¿qué territorio es reclamable?; ¿cuáles son los derechos reales sobre la tierra? Por estos motivos, los pueblos indígenas reclaman, incluso en el marco de las negociaciones sobre el clima, que sean reconocidos sus derechos sobre la tierra.

El 22 de abril, es el Día internacional de la Madre Tierra y de la Pachamama. Sonia Brito, fundadora de la asociación Tijaraipa, diputada y social local de Manos Unidas en Bolivia afirma que:

"El gobierno de Bolivia ha roto con anteriores sistemas y plantea una nueva armonía del hombre, de la sociedad, de la comunidad y del Estado con la Naturaleza, con la Madre Tierra. De hecho es el primer país que ha hecho aprobar en Naciones Unidas y ha suscrito el convenio internacional de la ONU sobre los pueblos indígenas. La Declaración universal de los pueblos indígenas".

Según esta declaración, los pueblos indígenas deben ser reconocidos y respetados igual que los demás pueblos del mundo. Contribuyen a la diversidad y al patrimonio de la humanidad, y deben estar libres de discriminación.

"Es esencial en el momento que vivimos, en que la naturaleza está sufriendo el castigo y los rigores del hombre y del capitalismo y de la explotación. En la búsqueda de la riqueza se está olvidando que se está socavando el propio planeta, la casa común en la que vivimos.... como dice el papa Francisco".

El discurso global occidental sigue centrado en investigar cómo podemos adaptarnos a estos cambios  de la mano de la tecnología y la ciencia. Sin embargo, los pueblos indígenas además de no tener acceso a estos avances tecnológicos, poseen las claves para hacer frente al problema.

Las formas de economía indígena son economías sostenibles, como por ejemplo, los sistemas tradicionales de cría de ganado, el aprovechamiento de los bosques tropicales o la práctica de cultivos rotativos, de manera que logran así conservar y aprovechar ecosistemas frágiles, como los bosques de manglares, humedales, el Ártico o los bosques tropicales. Mediante la observación de la naturaleza, muchos pueblos indígenas desarrollaron un conocimiento que les permite adaptarse a ciertos fenómenos naturales. Abajo lo ilustramos con algunos algunos ejemplos.

Por otra parte, los awas tara del Caribe nicaragüense han iniciado otro proyecto local en referencia con las fuentes de alimentación. Empiezan a diversificar y alternar la agricultura con la pesca, así como rescatar nuevamente la siembra variada de cultivos, reduciendo así en mayor medida las temporadas de hambruna cuando algunas cosechas se pierden a causa del cambio climático.

No obstante, las mujeres y sus redes sociales son de importancia vital para mitigar los efectos de los desastres y reducir los riesgos. A menudo son ellas las más eficaces a la hora de promover el cambio social necesario para que las comunidades sean capaces de controlar los desastres y reconstruir su medio.

El cambio climático provoca desplazamientos humanos como los refugiados climáticos. Más de 30 millones de personas se vieron obligadas a emigrar forzosamente durante el 2012 a consecuencia de desastres naturales y esta tendencia puede intensificarse en los próximos años si los efectos del cambio climático no remiten. Se calcula que se verán obligadas a desplazarse por el cambio climático entre 25 millones y mil millones de personas para el año 2050.

El continente africano concentra la gran mayoría de afectados por la degradación medioambiental, pese a que solo es responsable del 14% de las emisiones mundiales de CO2. El aumento de las temperaturas está intensificando las lluvias torrenciales, sequías y la subida del nivel del mar, fenómenos que provocan grandes masas de desplazados y la destrucción de sus hogares. Se calcula que en los próximos 10 años, 60 millones de africanos migrarán al norte de África y Europa por estas causas.

Este mismo año, la India tuvo que asumir el desplazamiento de tres millones de personas cuando el río Kosi se desbordó más allá del Himalaya causando una peligrosa inundación. Meses después, la India experimentó el mes de junio más seco en 80 años, por lo que agricultores no pudieron sembrar sus cultivos, hecho que provocó una crisis alimentaria.

Cualquiera que sea la causa inmediata de la migración —forzosa, voluntaria o por reasentamientos llevados a cabo por el gobierno— las personas huyen de los peligros físicos de las tormentas, sequías o las inundaciones, pero enfrentan otras dificultades. Con frecuencia, campesinos o pescadores procedentes de tierras propensas a inundaciones pero fértiles, son forzados a migrar a regiones más altas y vulnerables a la sequía. Sin embargo, muchos intentan regresar a sus tierras para conservar sus derechos de propiedad y preservar sus medios de vida.

El mundo ha cambiado

En efecto, en veinte años muchas cosas han cambiado y al mirar hacia atrás, parece que ha transcurrido mucho más tiempo. Pero ¿Cómo se encontraba el mundo con relación al cambio climático?  ¿Qué animales se han extinguido? ¿Reciclábamos igual entonces que ahora? ¿Existían las islas de plástico? A continuación, algunas respuestas a estas preguntas y a otras que hacen ver cómo, de diferente manera, el mundo ha cambiado desde el año 2000.

Animales que se extinguieron

Desde el año 2000 se han extinguido muchos animales en un proceso que arrancaba antes de esa fecha, pero que durante estos años se ha consumado. Por ello, para nuestra desgracia y la del planeta, se han perdido unas especies de imposible o complicada recuperación. 

Cambio climático

El mundo ha cambiado, y mucho, en lo que se refiere a la conciencia de luchar contra el cambio climático, que ha ido creciendo durante estos últimos años, si bien ya en el año 2000 se hablaba de él, aunque en ocasiones se hacía como algo que no estaba del todo claro que existiese. Pero así es y veinte años después nos encontramos en un punto de inflexión climática.

El aumento del nivel del mar, causado principalmente por el calentamiento global producto del cambio climático, ha aumentado durante estos 20 años. En el año 2000 se encontraba entre 14 y 16 centímetros por encima del promedio del siglo pasado y, desde entonces, el crecimiento se calcula de aproximadamente 1.5 y 1.7 mm por año.

Alrededor del año 2000 se comenzó a tomar plena conciencia de la necesidad de reducir el agujero de la capa de ozono, de ahí que veinte años después se haya recuperado alrededor de 4 millones cuadrados en comparación a como se encontraba entonces.

En cuanto a la temperatura global, en el año 2000, la temperatura era de 0,21ºC más elevada que en 1990. Con la llegada de 2019 se ha alcanzado 1,1ºC por encima de los niveles preindustriales. En este caso el mundo ha cambiado, sí, pero para peor.

Reciclaje

En el 2000 había menos conciencia de la necesidad de reciclar, y la alternativa ecológica y sostenible a menudo era más costosa y estar menos disponible. Pero gracias a los avances tecnológicos y los cambios en la cultura y en la mentalidad, el reciclaje se ha ido introduciendo en la sociedad de manera más amplia. En España, por ejemplo, el porcentaje de reciclaje en el año 2000 era del 31,3%, mientras que 2017 llegaba al 73%.

En 1997 se promulgó en España la Ley de envases y residuos, promoviendo la creación de los Sistemas Integrados de Gestión (SIG) para la gestión del reciclaje de los residuos de envases ligeros, de papel y cartón, comenzando en 1998 a implantarse en todas las ciudades más contenedores de reciclaje, cuyo número ha ido creciendo de manera paulatina, como lo ha hecho también la conciencia ciudadana a la hora de depositar correctamente los residuos en ellos. El mundo ha cambiado, y España también, pero aún tiene que cambiar y adaptarse más al nuevo contexto.

Aunque algunas de las llamadas ‘islas de plástico’ se han descubierto a partir del año 2000, ya en la década de los años setenta del pasado siglo se hablaba de ellas, aunque más como una hipótesis.  En el año 2016 se registraron 5 grandes islas de plástico en el planeta, aunque en verdad hay muchas más de muy diferente tamaño en océanos y mares. Ahora se estima que son 7 las existentes, producto de, según estimaciones recientes, 8 millones de toneladas de desechos: se trata de un fenómeno que, aunque se haya producido a lo largo de los años, ha tomado forma real desde el año 2000. Son vertederos flotantes de residuos y escombros de diferentes tamaños, y, sobre todo, compuestos por plásticos y micro plásticos, que son un auténtico peligro para los ecosistemas marinos. 

El cambio climático afecta a todas las regiones del mundo. Los casquetes polares se están fundiendo y el nivel del mar está subiendo. En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos y las inundaciones son cada vez más frecuentes, mientras que en otras se registran olas de calor y sequías. Hemos de actuar por el clima ahora, o estos efectos no harán sino intensificarse. El cambio climático es una amenaza muy grave, y sus consecuencias afectan a muchos y muy diversos aspectos de nuestra vida. A continuación figura una lista de las principales consecuencias del cambio climático.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible explican cómo podemos proteger nuestro medio ambiente y frenar el cambio climático, desde los bosques hasta los océanos, pasando por todos los lugares intermedios. Piensa en el consumo eléctrico y en los viajes que haces. Revisa tu forma de comer. Reutiliza todo lo que puedas. Hay muchas posibilidades de actuar, y todas suman.

Ahorra energía en casa

Gran parte de nuestra electricidad y calefacción funciona con carbón, petróleo y gas. Utiliza menos energía reduciendo el uso de la calefacción y el aire acondicionado, cambiando a bombillas LED y electrodomésticos de bajo consumo, lavando la ropa con agua fría o tendiendo la ropa mojada en lugar de utilizar la secadora. Mejorar la eficiencia energética de tu casa a través de, por ejemplo, un mejor aislamiento o reemplazar el horno de petróleo o gas por una bomba de calor eléctrica, puede reducir la huella de carbono hasta en 900 kilogramos de CO2 equivalente al año.

Cambia el tipo de energía de tu casa

Pregunta a tu compañía eléctrica si la energía de tu hogar procede del petróleo, carbón o gas. Si es posible, comprueba si puedes cambiar a fuentes renovables, como la eólica o la solar. O bien instala paneles solares en tu tejado para generar la energía de tu vivienda. Cambiar la energía de tu casa de petróleo, gas o carbón a fuentes renovables de energía, como la eólica o la solar, puede reducir tu huella de carbono hasta en 1,5 toneladas de CO2 equivalente al año.

Desplázate a pie, en bicicleta o en transporte público

Las carreteras del mundo están saturadas de vehículos, la mayoría de los cuales usan diésel o gasolina. Caminar o ir en bicicleta, en lugar de conducir, reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y supone un beneficio para la salud y la forma física. Para distancias más largas, considera viajar en tren o autobús. Y comparte el coche siempre que sea posible. Vivir sin coche puede reducir la huella de carbono hasta en 2 toneladas de CO2 equivalente al año, en comparación con un estilo de vida con coche.

Cambia a un vehículo eléctrico

Si estás pensando comprar un coche, considera la posibilidad de adquirir un modelo eléctrico, ya que cada vez se comercializan más modelos a un menor precio. En muchos países, los coches eléctricos contribuyen a reducir la contaminación atmosférica y causan muchas menos emisiones de gases de efecto invernadero que los vehículos de gasolina o diésel. No obstante, muchos coches eléctricos siguen funcionando aún con combustibles fósiles, y las baterías y motores requieren minerales raros que, por lo general, tienen un alto coste tanto medioambiental como social. Cambiar un coche de gasolina o diésel por un vehículo eléctrico puede reducir tu huella de carbono hasta en 2 toneladas de CO2 equivalente al año, mientras que un vehículo híbrido puede ahorrarte hasta 700 kilogramos de CO2 equivalente al año.

Reconsidera tus desplazamientos

Los aviones usan grandes cantidades de combustibles fósiles y producen importantes emisiones de gases de efecto invernadero. Esto hace que volar menos sea una de las formas más rápidas de reducir el impacto medioambiental. Cuando sea posible, reúnete virtualmente, desplázate en tren o no hagas un viaje de larga distancia si no es necesario. Tomar un vuelo menos de larga distancia puede reducir tu huella de carbono hasta en casi 2 toneladas de CO2 equivalente.

Consume menos, reutiliza, repara y recicla

Los aparatos electrónicos, la ropa y otros artículos que compramos generan emisiones de carbono en cada eslabón de la cadena de producción, desde la extracción de las materias primas hasta la fabricación y el transporte de los productos al mercado. Para proteger nuestro clima, compra menos cosas, compra de segunda mano, repara lo que puedas y recicla. Tan solo los plásticos generaron 1800 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero en 2019, el 3,4 % del total mundial. Menos del 10 % se recicla, y una vez desechado el plástico, puede perdurar durante cientos de años. Comprar menos ropa nueva (y otros bienes de consumo) también puede reducir tu huella de carbono. Cada kilogramo de tejido que se produce genera aproximadamente 17 kilogramos de CO2 equivalente.

Come más verduras

Comer más verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos y semillas, y menos carne y productos lácteos, puede reducir considerablemente tu impacto medioambiental. La producción de alimentos de origen vegetal suele generar menos emisiones de gases de efecto invernadero y requiere menos energía, tierra y agua. Cambiar de una dieta mixta a una vegetariana puede reducir tu huella de carbono hasta en 500 kilogramos de CO2 equivalente al año (o hasta en 900 kilogramos si es una dieta vegana).

Tira menos comida

Cuando tiras comida, también desperdicias los recursos y la energía que se utilizaron para cultivarla, producirla, envasarla y transportarla. Y cuando los alimentos se pudren en un vertedero, producen metano, un potente gas de efecto invernadero. Así pues, utiliza lo que compres y convierte en abono los restos. Disminuir los residuos de los alimentos puede reducir tu huella de carbono hasta en 300 kilogramos de CO2 equivalente al año.

Cultiva especies autóctonas

Si tienes un jardín o incluso una o dos plantas exteriores, procura elegir especies autóctonas. Puedes usar una aplicación de identificación de plantas para orientarte. Además, piensa en sustituir las no autóctonas, especialmente las consideradas invasoras. Las plantas, los animales e insectos dependen los unos de los otros. La mayoría de los insectos no comen plantas no autóctonas, lo que significa que los pájaros y otras especies pierden también una fuente de alimento. La biodiversidad se resiente. Incluso un solo árbol o arbusto puede dar cobijo a otras especies, pero recuerda evitar los insecticidas y otros productos químicos.

Mantén limpio tu entorno

Los seres humanos, los animales y las plantas sufren las consecuencias de la contaminación del suelo y el agua por la basura desechada de forma inadecuada. Utiliza lo que necesites y, cuando tengas que tirar algo, hazlo correctamente. Educa a los demás para que hagan lo mismo y participa en las limpiezas locales de parques, ríos, playas y otros lugares. Cada año la gente tira 2000 millones de toneladas de basura. Aproximadamente un tercio causa daños al medio ambiente, desde la obstrucción de las reservas de agua hasta el envenenamiento del suelo.

Haz que tu dinero valga la pena

Todo aquello en lo que gastamos dinero afecta al planeta. Tú puedes elegir los bienes y servicios que financias. Para reducir tu impacto ambiental, elige productos de empresas que estén comprometidas con el uso responsable de los recursos y con la reducción de sus emisiones de gases y residuos. Si inviertes tu dinero en un fondo de pensiones, por ejemplo, podrías estar apoyando los combustibles fósiles o la deforestación. Asegurarte de que tus ahorros se invierten en empresas medioambientalmente sostenibles puede reducir en gran medida tu huella de carbono.

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Habla y haz que otros se unan a la acción. Es una de las formas más rápidas y eficaces de marcar la diferencia. Habla con tus vecinos, colegas, amigos y familiares. Haz saber a los dueños de negocios que apoyas los cambios valientes, desde productos y envases sin plásticos hasta vehículos sin emisiones. Apela a los líderes locales y mundiales para que actúen ya. La acción por el clima es una tarea de todos y que nos concierne a todos. Nadie puede hacerlo solo, pero podemos hacerlo todos juntos. 

Los recursos naturales proporcionan empleo a cientos de millones de personas y medios de subsistencia a miles de millones más. Cuando se administran bien, los recursos naturales renovables, las cuencas hidrográficas, los paisajes terrestres productivos y los paisajes marinos pueden ser la base del crecimiento sostenido e inclusivo, la seguridad alimentaria, la reducción de la pobreza y el bienestar humano.

La triple crisis ambiental del cambio climático, la pérdida de naturaleza y la contaminación está comenzando a revertir décadas de avances en el desarrollo en algunos países, y a desacelerar el progreso en otros. El desarrollo y el crecimiento económicos ya no pueden producirse a expensas del capital natural del planeta. Abordar los factores que impulsan la degradación ambiental y la pérdida de la naturaleza es esencial para poner fin a la pobreza en un planeta habitable. Un medio ambiente saludable también es fundamental para garantizar que las personas puedan llevar una vida sana y productiva, y que los recursos públicos y privados se destinen a inversiones para promover el desarrollo en lugar de solucionar la contaminación. Los ecosistemas del mundo regulan además el aire, el agua y el suelo de los que todos dependemos y constituyen un mecanismo de defensa único y eficaz en función de los costos contra los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático.

Para lograr un crecimiento sostenible es necesario que se integren mejor las medidas ambientales, climáticas y de desarrollo, tal como se destaca en los últimos compromisos mundiales, entre ellos el Marco Mundial de la Diversidad Biológica aprobado en diciembre de 2022 en la COP15 (i). Para que esto ocurra, los países necesitan una mejor gestión de los recursos naturales, políticas fiscales favorables al medio ambiente, mercados financieros más verdes y programas eficaces de gestión de desechos.

En particular, los programas relativos a la naturaleza y al cambio climático son complementarios, y las sinergias existentes deben aprovecharse para promover un desarrollo verde, resiliente e inclusivo. Los beneficios de una política inteligente con respecto a la naturaleza aumentan considerablemente cuando se tienen en cuenta los servicios de secuestro de carbono (i).

Es preciso prestar una mayor atención para garantizar que la naturaleza se convierta en un motor del desarrollo económico y social. Las inversiones en la naturaleza impulsan la recuperación económica al crear empleo, atender las necesidades de las comunidades más pobres y generar resiliencia a largo plazo.

A lo largo del último siglo, los cambios medioambientales han causado estragos en el planeta. Desastres naturales, alteraciones en las estaciones y problemas con el suministro de agua son sólo algunos de los problemas que incluye la larga lista de consecuencias, que podrían aumentar si no tomamos medidas rápidas.

El año 2015, 195 países se reunieron en. Francia para la conferencia COP21 sobre cambio climático. Ahí firmaron el Acuerdo de París, que tiene como objetivo principal mantener el aumento de la temperatura global bajo los 2 grados celsius respecto a los niveles preindustriales Acuerdo del que Estados Unido. En el Día Mundial del Medio Ambiente, te dejamos las cifras más impactantes de este y otro¡ Fenómenos que afectan al mundo y de los que debemos tomar conciencia.


El Clima,  la Contaminación atmosférica,  el  Cambio Climático, y el Medio Ambiente 

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